Lawrence Egbert "Doctor muerte"
Su nombre es
Lawrence Egbert y después de
Kevorkian, es el nuevo
“Doctor muerte”. Tiene
84 años, es un anestesiólogo retirado con una larga trayectoria en
diferentes universidades del mundo y apareció de repente en el diario
The Washington Post contando cómo ha ayudado a morir en los últimos
quince años a cien personas con enfermedades terminales, a través de
suicidio asistido.
La confesión podría ponerlo en
problemas y, de hecho, lo equipara con Jack Kevorkian, el famoso médico
que en los años 90 les practicó la eutanasia a 130 personas en Estados
Unidos. De ahí que Egbert haya sido nombrado como la nueva cara de esta
práctica controvertida, que siempre toca la sensibilidad de personas de
todos los credos.
Kevorkian murió el año pasado
argumentando que nunca asesinó pacientes sino que ayudó a evitarles el
sufrimiento. Egbert, sin el atrevimiento, la provocación y el cinismo
del “Doctor muerte”, ha hecho su trabajo desde Final Exit Nertwork (Red
de la última salida), una organización sin ánimo de lucro que guía,
aconseja y apoya a personas con enfermedades terminales para morir sin
sufrimiento.
Su método podría tildarse de macabro. Se vale de una
bolsa plástica de unos 53 por 45 centímetros, que el paciente se pone en
la cabeza y de la que se desprende un tubo que luego se bifurca en
forma de T, para conectarse a dos tanques de helio. Al comienzo, la
bolsa solo cubre hasta la frente y se infla como un gorro de chef cuando
se abren las válvulas. Después, la bolsa va bajando hasta cubrir la
cara y se amarra con una banda en el cuello. Hay dos opciones, una
ajustable y otra con un cuello elástico.
Egbert la llama el “gorro
de salida”, y son bolsas que se pueden comprar fácilmente en Estados
Unidos, a veces distribuidas por organizaciones que abogan por el
derecho a morir. Los tanques de helio los venden en ese país en
almacenes de fiestas. Después de un lapso entre 30 y 60 segundos, la
persona pierde el conocimiento y luego de unos diez minutos, muere; los
músculos se mueven por unos segundos más. De esta manera terminaron sus
vidas los cien pacientes.
Egbert ha presenciado muchos de esos
decesos, casi siempre sosteniendo la mano del los pacientes, que muchas
veces son quienes compran los elementos para el suicidio. Antes, han
solicitado el consejo de Final Exit Nertwork, donde, como director,
Egbert ha aprobado 300 solicitudes.
Si se compara con el método de
Kevorkian, luce como un proceso tranquilo. Cuando Kevorkian fue
juzgado, se le acusó de participar activamente en el suicidio y de
diseñar una máquina para administrar dosis letales de sustancias. “Yo
solo guío y apoyo a las personas”, ha dicho Egbert.
Este médico,
que ahora está en la mira de las autoridades, ya fue absuelto de un caso
en Arizona y tiene uno pendiente en Georgia. sin embargo, no parece ser
un nuevo Kevorkian. Al menos no en protagonismo, pues ni siquiera se
viste de manera formal y maneja su bicicleta de su casa a su consultorio
de Baltimore. Además, pertenece a la iglesia Unitaria y ha sido
activista político.
“Hay personas a las que le gusta sufrir,
piensan que hay una retribución religiosa en el sufrimiento. Yo no creo
eso”, afirma. Pero esto no lo exime de una dura decisión y es saber
cuándo la persona es “candidata” al suicidio asistido sin ninguna
presión. “Les hacemos muchas preguntas e incluso después de asignarles
un guía, se les hacen más. Esperamos hacer lo correcto. Yo les pregunto a
los que cuestionan esto: ¿Confía en su sacerdote para decirle la
verdad? Espero que sí.
¿Confía en su doctor? También lo espero.
Ambas situaciones tienen un margen de error. Deséenos habilidades para
no equivocarnos y también buena suerte”.
Por estos días, Egbert no
está ejerciendo ni viendo pacientes, a la espera de que se aclare el
caso judicial. Es posible que su retiro esté próximo o sea forzado por
las autoridades. Mientras tanto, él solo recalca: “Yo no asisto
suicidios, yo ayudo a la gente a detener el sufrimiento”.
Cromos.com.co
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