Saturday, May 12, 2012

CÓMO DEBEMOS MORIR

DEL LIBRO PRÓXIMO A PUBLICAR, "TRISAGIO MORTIS", DE
BLANCA IRENE ARBELÁEZ :
"Las fotos sepias pegadas de la pared parecen hablarme. Hay fotos de todos: Mis abuelos sentados con sus vestidos de la década de los 40, la primera comunión de mis hermanos y la mía. Me veo con un pantalón que me llegaba hasta la cintura y con el corte “Humbertico”, con ese mechoncito en la frente que no me gustaba para nada. También está la foto de mi madre sentada en una banquita destartalada ordeñando su primera vaquita, ella tan bella con sus trenzas largas y doradas. Así mismo una foto de una prima que me gustaba mucho cuando estudiábamos juntos y éramos cómplices en las maldades que les hacíamos a los demás niños. Pero la mejor es la foto de Rosario cuando éramos novios, sentada junto a un laguito, allí donde solía visitarla para acariciarla y meter mi mano hasta tantear esa orquídea oculta bajo su vestido. Cuántas veces quise despetalar esa flor antes de casarme, pero ella no me lo permitió. Sin duda que era toda una señorita de buena familia, de modales exquisitos aunque con los deseos ya a punto. Era bellísima, delgada pero esbelta, con sus cabellos negros llegándole hasta las nalgas. Recatada para vestirse, se veía siempre fresca y rozagante. Observo con detalle la foto de mi matrimonio, en ese entonces recién cumplía mis veintitrés años. Rosario sólo tenía dieciocho. Con el tiempo las fotos, igual que las personas, se van ajando. Ella aún está hermosa y conservada; lástima que el amor se ha escapado por la ventana, como el humo de un cigarrillo. Nuestro matrimonio, al igual que un chicle, se ha vuelto insípido y fastidioso. Aquella orquídea, más pronto de lo que imagino, será de otro que se deleitará con su suavidad y aroma. Ella, como la alondra, volará hacia otros rumbos, ya libre de mí y sueltas por completo las alitas encontrará el destino feliz que merece. Por el momento, aunque dormimos juntos, la monotonía de la rutina y la frialdad empiezan a congelarme el corazón. Discutimos muchas veces y en apariencia arreglamos los asuntos bajo las cobijas, pero no es ya suficiente. Todo entre nosotros ha muerto.

Examino mis acciones y comportamientos con mi familia y amigos, y aunque no soy un ser religioso, ni me mantengo lamiendo ladrillo de iglesia cada ocho días, ni comulgo ni me confieso desde que me casé, creo que he sido un buen cristiano, y reconozco que debe haber un poder superior que gobierna la vida. Les sirvo a mis vecinos con lo que puedo, me saco el bocado de la boca para dárselo a quien lo necesite. No albergo sentimientos de envidia ni odio hacia nadie, pero no quiere decir tampoco que sea yo un pendejo que se la deje montar de cualquiera. Y después de todo, también he sido un marido cumplidor con Rosario, así se haya acabado la pimienta, como dije. Igual lo he sido como papá y también como patrón: pago a los peones un tantito más al escondido de mi hermana, que es capaz de morirse joven por ahorrar tiempo. En fin, pienso que al cabo de todo esto, soy lo que se dice “un buen muerto”, y es muy probable que San Pedro me abra la puerta del cielo. No soy tan mala persona, todo el mundo lo reconoce; y razones no les falta.

De pronto el viento ha empezado a arrastrar nubes a lo largo de las montañas y empuja tan fuerte que amenaza con arrancar el árbol del centro del patio de la vieja casona. Los relámpagos, reflejos de una electricidad que utilizaría el mundo en siete años, iluminan mi habitación mientras las mujeres, sobrecogidas, lloran y se estremecen. Entre ellas se consuelan rezando con la camándula en la mano. Roxana, mi hermana mayor, se levanta del viejo sofá, acompañada por una de las vecinas que están aquí esta noche. Entran hasta la cocina y queman un ramo de pascua, invocando a Santa Bárbara, patrona de las tormentas: “Ay, Santa Bárbara bendita / que trae el sol y el trueno quita…” Coge del fogón de leña un puñado de pavesa tibia, y apurada, sale al patio para hacer una cruz de ceniza porque dicen que con eso se apaciguan las tempestades: “Virgen de la bella madre mía, /madre del santísimo Dios, /un fuerte viento me alcanzó, / en el medio nomás de un campo verde/y cuando invoqué tu nombre, /ahí nomás paró”. Pero la noche, tenebrosa como está no da muestras de serenarse, es un velo negro sin lentejuelas. No hay un solo resplandor en el firmamento y la luna, si la había, Ha huido al otro lado del mundo como alma en pena. Hasta los grillos enmudecieron definitivamente..."
***

Monday, March 5, 2012

MEMORIAS DE FANNY HILL

"...El joven contempló su arma con cierto placer y, guiándola con la mano hacia el invitador resquicio, separó los labios y la alojó—tras de varias acometidas en las que Polly pareció auxiliarlo—más o menos hasta la mitad; pero ahí se detuvo supongo que debido a su grosor, que iba en aumento. La retiró y humedeciéndola con saliva, volvió a la carga.  Esta vez la introdujo fácil hasta la empuñadura, y Polly dejó escapar un profundo suspiro cuyo tono en nada se parecía al del dolor. Él acomete, ella jadea...al principio con suavidad y a una cadencia rítmica; pero en un momento la exaltación comenzó a ser demasiado violenta para observar orden y medida.  Sus movimientos eran demasiado rápidos, sus besos feroces para la naturaleza pudiera aguantar por mucho tiempo semejante furia.  Ambos parecían fuera de sí.  Sus ojos lanzaban relámpagos de fuego.  "¡Ay! ¡Ay! ...No puedo más...No puedo soportarlo...Es demasiado...Me muero...Me voy...", eran las expresiones con que Polly manifestaba su éxtasis..."

"Novela clásica de la literatura erótica, Fanny Hill: Memorias de una mujer de placer concilia la
narración sensual y la fábula moralista en los recuerdos de una joven inglesa que, de burdel en
burdel y de amante en amante, va aprendiendo los secretos de la vida y del sexo, a la vez que
experimenta, unas veces con placer y otras con dolor, las diferentes formas y posibilidades de la
relación amorosa. AUTOR Encarcelado por deudas en más de una ocasión y siempre en busca de
lo que más gustara a sus lectores, el escritor inglés John Cleland (1710-1789) alcanzó su mayor
éxito con las aventuras de Fanny Hill, que han sido llevadas al cine en varias ocasiones."
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► Fąллy Hίℓℓ◄ 8


Saturday, March 3, 2012

CÓMO DEBEMOS MORIR


Presentación del libro "Cómo debemos morir" en la casa museo de Fernando González "Otraparte", el día 28 de febrero de 2012. Envigado-Colombia.

Lawrence Egbert "Doctor muerte"
Su nombre es Lawrence Egbert y después de Kevorkian, es el nuevo “Doctor muerte”. Tiene 84 años, es un anestesiólogo retirado con una larga trayectoria en diferentes universidades del mundo y apareció de repente en el diario The Washington Post contando cómo ha ayudado a morir en los últimos quince años a cien personas con enfermedades terminales, a través de suicidio asistido.
La confesión podría ponerlo en problemas y, de hecho, lo equipara con Jack Kevorkian, el famoso médico que en los años 90 les practicó la eutanasia a 130 personas en Estados Unidos. De ahí que Egbert haya sido nombrado como la nueva cara de esta práctica controvertida, que siempre toca la sensibilidad de personas de todos los credos.
Kevorkian murió el año pasado argumentando que nunca asesinó pacientes sino que ayudó a evitarles el sufrimiento. Egbert, sin el atrevimiento, la provocación y el cinismo del “Doctor muerte”, ha hecho su trabajo desde Final Exit Nertwork (Red de la última salida), una organización sin ánimo de lucro que guía, aconseja y apoya a personas con enfermedades terminales para morir sin sufrimiento.
Su método podría tildarse de macabro. Se vale de una bolsa plástica de unos 53 por 45 centímetros, que el paciente se pone en la cabeza y de la que se desprende un tubo que luego se bifurca en forma de T, para conectarse a dos tanques de helio. Al comienzo, la bolsa solo cubre hasta la frente y se infla como un gorro de chef cuando se abren las válvulas. Después, la bolsa va bajando hasta cubrir la cara y se amarra con una banda en el cuello. Hay dos opciones, una ajustable y otra con un cuello elástico.
Egbert la llama el “gorro de salida”, y son bolsas que se pueden comprar fácilmente en Estados Unidos, a veces distribuidas por organizaciones que abogan por el derecho a morir. Los tanques de helio los venden en ese país en almacenes de fiestas. Después de un lapso entre 30 y 60 segundos, la persona pierde el conocimiento y luego de unos diez minutos, muere; los músculos se mueven por unos segundos más. De esta manera terminaron sus vidas los cien pacientes.
Egbert ha presenciado muchos de esos decesos, casi siempre sosteniendo la mano del los pacientes, que muchas veces son quienes compran los elementos para el suicidio. Antes, han solicitado el consejo de Final Exit Nertwork, donde, como director, Egbert ha aprobado 300 solicitudes.
Si se compara con el método de Kevorkian, luce como un proceso tranquilo. Cuando Kevorkian fue juzgado, se le acusó de participar activamente en el suicidio y de diseñar una máquina para administrar dosis letales de sustancias. “Yo solo guío y apoyo a las personas”, ha dicho Egbert.
Este médico, que ahora está en la mira de las autoridades, ya fue absuelto de un caso en Arizona y tiene uno pendiente en Georgia. sin embargo, no parece ser un nuevo Kevorkian. Al menos no en protagonismo, pues ni siquiera se viste de manera formal y maneja su bicicleta de su casa a su consultorio de Baltimore. Además, pertenece a la iglesia Unitaria y ha sido activista político.
“Hay personas a las que le gusta sufrir, piensan que hay una retribución religiosa en el sufrimiento. Yo no creo eso”, afirma. Pero esto no lo exime de una dura decisión y es saber cuándo la persona es “candidata” al suicidio asistido sin ninguna presión. “Les hacemos muchas preguntas e incluso después de asignarles un guía, se les hacen más. Esperamos hacer lo correcto. Yo les pregunto a los que cuestionan esto: ¿Confía en su sacerdote para decirle la verdad? Espero que sí.
¿Confía en su doctor? También lo espero. Ambas situaciones tienen un margen de error. Deséenos habilidades para no equivocarnos y también buena suerte”.
Por estos días, Egbert no está ejerciendo ni viendo pacientes, a la espera de que se aclare el caso judicial. Es posible que su retiro esté próximo o sea forzado por las autoridades. Mientras tanto, él solo recalca: “Yo no asisto suicidios, yo ayudo a la gente a detener el sufrimiento”.
Cromos.com.co 
 http://www.cromos.com.co/personajes/actualidad/articulo-143409-el-nuevo-doctor-muerte
Blanca Irene Arbeláez firma libro para doña Consuelo Toro.
Blanca Irene Arbeláez presentando su libro "Cómo debemos morir" en "Otraparte" casa museo de Fernando González en Envigado-Colombia.

Wednesday, February 29, 2012

CÓMO DEBEMOS MORIR


Presentación en del libro "Cómo debemos morir" en la casa museo de Fernando González "Otraparte", el día 28 de febrero de 2012. Envigado-Colombia.

Tuesday, January 17, 2012

CÓMO DEBEMOS MORIR

Presentando el libro Cómo debemos morir en la librería Barco de papel en New York, diciciembre 1ro. 2011

UN DÍA GRIS


 Se apodera de mí el desconsuelo,
me invade una vaga tristeza,
de repente no quiero ni soñar,
me limito solo a respirar,
se abre ante mis ojos un abismo
el día se torna gris y frío
no hay esperanza ni optimismo,
siento ajeno, aquello que creía mío.

Monday, January 16, 2012

HAIKU

/
GESTACIÓN

La flor salvaje
renueva sus pétalos.
¡La vida sigue!

***
Para mi hija.

ESE BESO FUE TESTIGO


"Este beso fue testigo
de ese que si amor no fue,
ningún otro amor sería...
Este beso fue testigo
de cuando te diste mía:
el día ya no lo sé;
sí lo sé, mas no lo digo.
Este beso fue testigo.
...
- Leon de Greiff- P.A. Estrada-

TODO PACIENTE TIENE DERECHO A SABER LA VERDAD

Todo paciente tiene derecho a estar informado acerca de su diagnóstico y el tratamiento de su enfermedad en términos que sean comprensibles, o sea un lenguaje sencillo.
       
 Puede decidir, bajo el criterio, libertad y responsabilidad del paciente, de su propio cuerpo y de la vida que le anima, pudiendo elegir libremente y con amparo legal que proteja el consentimiento otorgado expresamente, el momento y los medios adecuados para poder morir de forma dulce y sin sufrimiento. Para hacer posible la información, es preciso hacer un documento legal de la última voluntad, donde establezca por escrito, documento conocido también como testamento vital.
       Aunque el paciente no quiera recibir ningún tratamiento, y que está en todo su derecho de rechazarlo, es quien tiene la última palabra.  Pero seguirá recibiendo atención y cuidados para evitarle sufrimientos.
       Recibirá asistencia médica y psicosocial específica y adecuada para poder afrontar el estado de gravedad , que es lo que llamamos  “cuidados paliativos”, se debe respetar siempre lo que la persona haya declarado en el documento, en el deseo de lograr su alivio para el dolor,  mediante ayuda médica, cuando aun recibiendo los cuidados paliativos,  sea insoportable el sufrimiento, según el concepto del paciente. Como parte del tratamiento integrado, se debe otorgar la ayuda espiritual de pastores o sacerdotes, dependiendo de la religión que tenga.  El personal médico provee los cuidados médicos, elegidos por el paciente en unión a la familia, excepto cuando vayan en contra de la ética profesional.

A mi madre ausente

CÓMO DEBEMOS MORIR

 (Dibujo diseñado por Jennifer Bauman)

    Cuando las funciones biológicas terminan su ciclo, también acaba la vida de nuestro cuerpo. Al igual que de la educación sexual,  hasta hace unos años era casi un tabú hablar sobre la muerte. 

Sin embargo, en nuestro tiempo,  es cada vez más natural y práctico asumir el tema con todo lo que significa, sin eludir las realidades que tarde o temprano debemos afrontar. Se vive cada instante pero la totalidad de la existencia puede disolverse en unos segundos. Mas de igual manera, podemos hacer que ese instante final nos llegue menos como accidente que como consecuencia de un devenir, de un proceso natural en el cual la vida haya podido alcanzar su mayor plenitud.  
    Todos los seres humanos tenemos organismos acondicionados para que funcionen de modo más o menos igual,  pero el metabolismo de cada individuo es lo que hace la diferencia, pues como ya se ha comprobado científicamente son nuestros genes y su código los que determinan todos los procesos químicos en la transformación de la energía de los alimentos para que actúen de forma diversa. Hay factores que también modifican el metabolismo: la edad,  el estrés, el trabajo físico desgastante y el clima frío (que lo aceleran); el sueño,  el ejercicio y el ambiente sanos (que lo regula); aunque los órganos que más influyen sobre él son la glándula tiroides y el hígado, por la importancia decisiva de las funciones bioquímicas que realizan. 
Cuando hay  equilibrio entre el cuerpo humano y estos factores,  hay salud; lo contrario nos llevará siempre a un estado permanente de enfermedad (enfermedad como manifestación de la desarmonía interior del cuerpo y su entorno) y aun a la muerte misma.
       Prepararse para vivir lo más sano posible no es tan difícil si se lleva una alimentación balanceada y se duerme las horas suficientes. Asegurarnos por lo menos de llevar una vida normal sin mayores consecuencias o complicaciones con el paso de los años depende básicamente de nosotros mismos porque la mayoría de las veces somos responsables de nuestra salud por lo que comemos. No hay que olvidar nunca lo que dijo Hipócrates: “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento”. No hay frase más sabia y práctica. (...)

CUANDO ME VAYA

Camino sobre madejas de tiempo
y los hilos del destino guían mis pasos débiles
al punto desconocido donde los ángeles
me esperan con coronas de flores.
Cuando me vaya de este espacio,
dejaré como testamento mis risas y mis palabras
a ti que fuiste la razón de mi vida.
Dejaré marcado en tus labios y en tu piel
mis besos y caricias que nadie borrará.
Cuando me vaya no querré oír los ríos crujir,
no enjuagues tus mejillas con tus saladas lágrimas,
no me obligues a salir de mi morada oscura
a consolar tu dolido corazón...
Recuérdame como ahora, amorosa
tierna y seductora; siempre estaré contigo
aunque cuando me vaya, un pedazo de tu vida
se irá conmigo.

CÓMO DEBEMOS MORIR, UN LIBRO PARA VIVIR

Blanca Irene Arbeláez, escritora colombiana, autora de El primer amor nunca se olvida (novela), nos entrega ahora una obra totalmente distinta temáticamente, aunque no exenta de gracia narrativa, cuyo título: Cómo debemos morir impacta de entrada y nos confronta.  Sin embargo, al comenzar a leerla nos damos cuenta de que se trata de una valiosa reflexión y un valiente recuento en torno de las experiencias que a lo largo del tiempo esta autora ha vivido de cerca, no sólo en lo personal sino en lo profesional como trabajadora en el área de la salud. Las visiones que ella va describiendo en estas páginas en torno a la muerte, el dolor, la enfermedad, la agonía, los llamados “cuidados intensivos”, el sentimiento de pérdida por parte de los seres queridos, la soledad, el abandono, la indiferencia humana, el envejecimiento, etc., hacen de este libro una obra ciertamente necesaria para todas las personas que tarde o temprano tenemos que enfrentarnos a estas experiencias. De alguna manera su lectura realista y abierta nos prepara, nos hace más conscientes de lo que dichas vivencias representan en el contexto de la vida en general, enseñándonos a valorarla aún más y a cuidarla en lo posible en términos de calidad humana. Cómo debemos morir va más allá de ser un simple manual de medicina preventiva, como los hay tantos, puesto que está acompañado siempre por el sentimiento, la sensibilidad que esta mujer logra transmitirnos en sus palabras siempre que describe, expone, recuenta los pormenores del sufrimiento o de cualesquiera de las situaciones extremas a las que el ser humano se ve expuesto. Cómo debemos morir  es entonces un libro que a la larga nos da también la clave de Cómo debemos vivir, puesto que la vida y la muerte son las dimensiones inseparables de nuestro destino y a la postre, recordarlo y sentirlo sin tapujos nos reconcilia con la realidad íntima de nuestro ser en el mundo.
(Bruno Salomón)